miércoles, 13 de febrero de 2013

La crisis epocal del capitalismo y la modernidad

Primera parte de esta interesante y analítica entrevista a Luis Arizmendi...
Segunda parte...

La filosofía vitalista y rebelde de Albert Camus

camusAlbert Camus (1913-1960) es, tal vez, más conocido por sus obras teatrales y por sus novelas; sin embargo, cuenta con literatura filosófica de gran envergadura, como es el caso de El mito de Sísifo o El hombre rebelde. Aunque hay veces que se le ha encuadrado dentro de los autores existencialistas, es posible que sea más adecuado calificarlo de vitalista, entendiendo como tal aquel cuya obra refleje un compromiso con los problemas que afectan al ser humano. El filósofo Camus está muy influenciado por Nietzsche, de tal manera que a menudo ha recibido también la etiqueta de nihilista como un autor aposentado en el no, en la pura negatividad; vamos a contradecir esa visión y, en primer lugar, lo que parece claro es que hablamos de un autor fuertemente comprometido con la vida y con la libertad, en suma, con todo lo que tiene de doloroso y placentero la existencia.
Es cierto que Nietzsche es a menudo citado en la obra de Camus, especialmente en El hombre rebelde, pero es dudoso que pueda calificarse al francés de nihilista y, si se ha realizado tal cosa, es seguro consecuencia de los equívocos y distorsiones que provoca dicho término; además, Camus no dejó de criticar algunos aspectos del filósofo alemán, como es el caso de su aristocratismo y mostrar su propia originalidad y propuestas de justicia social. En primer lugar, tal y como Camus dice en la obra citada, la concepción del nihilismo en términos de pura negación (de todo valor) "es ya, en sí misma, un juicio de valor". El hombre, como creador, asume con pasión y valentía la existencia y, una vez que se ha enfrentado a la muerte de Dios y consecuentemente a la de los viejos valores, es capaz de reclamar algún orden y algún sentido. Tal y como también afirmó de alguna manera Bakunin, para construir es necesario destruir los viejos santuarios. Bajo ningún concepto puede considerarse nihilista, en el sentido de simple negación, a un autor que, en cada uno de los personajes de cada una de sus obras, duda y reflexiona, y las circunstancias le conducen a reclamar respuestas y sentido. Camus va más allá del nihilismo, no se conforma jamás, ni considera la vida simplemente absurda, ya que hay que buscarle orden y sentido mediante los nuevos valores; no es tampoco, ni mucho menos, un mero relativista.

La gran cuestión para Camus, que considera el problema más importante de la filosofía, es juzgar si la vida vale o no vale la pena ser vivida; si hubiera cualquier duda sobre la respuesta, este párrafo de El hombre rebelde lo dice todo: "La conclusión final del razonamiento del absurdo es, en efecto, el rechazo del suicidio y el mantenimiento de esa confrontación desesperada entre la interrogación humana y el silencio del mundo". Es una muestra más de la negación del simple nihilismo, ya que una concepción absoluta del mismo "admite legitimar el suicidio". Si la vida queda definida por la confrontación del hombre con el absurdo, el suicidio resulta contradictorio, ya que supone el final de esa tensión entre el hombre que se cuestiona y un vacío existencial pendiente de ser ocupado.

Camus es consciente de que esta vida es la única existente, por lo que existe un compromiso inevitable, trágico y pasional con el más acá; el nihilismo necesita de un paso posterior constructivo o, de lo contrario, deriva en el narcótico religioso o en el criminal totalitarismo político. Como es sabido, El hombre rebelde constituye una fuerte denuncia de todo régimen totalitario, y ello desde un punto de vista basado en la búsqueda de la justicia; recordaremos el valor de la obra de Camus, escrita en 1951, cuando lo más sencillo desde cierta izquierda era la denuncia de los horrores fascistas y la adscripción al sistema soviético. Si en el pensamiento marxista la religión es el "opio del pueblo", en la obra de Camus se hace un análisis que concluye grandes paralelismos entre aquella y una nueva doctrina política que se convierte en una especie de secta con su dosis de determinismo, su jerarquización y sus antagonistas.

En cualquier caso, El hombre rebelde es una obra llena de compromiso social y político, ya que el título alude a los problemas de dominación e injusticia frente a los que el ser humano se rebela:
"La solidaridad de los hombres se funda en el movimiento de rebeldía, y éste, a su vez, sólo halla justificación en esta complicidad. Tendremos, pues, derecho a decir que toda rebeldía que se autoriza a negar o a destruir esta solidaridad pierde al mismo tiempo el nombre de rebeldía y coincide en realidad con un consentimiento criminal".
No hace falta insistir en el vínculo de Camus con el anarquismo y su concepción de que la justicia y la libertad solo se realizan en el ámbito social. Es más, el sufrimiento producto del absurdo es individual, mientras que gracias al movimiento de rebeldía se cobra conciencia del ser colectivo, la existencia se convierte en una aventura de todos. Así, el rebelde de Camus otorga sentido a su vida gracias a un fuerte compromiso con los demás, con los que desea realizar la justicia y la libertad. Al margen de que exista o no una naturaleza humana que nos empuja a la solidaridad, lo importante es la afirmación de una filosofía de valor práctico, de realización de los valores humanos. Camus no cree en valores absolutos, pero tampoco cae en ningún relativismo; es precisamente la muerte de Dios la que provoca un nihilismo con dos posibles bifurcaciones, o la destrucción o la realización de la justicia. Otra proximidad de Camus es con los autores de la Escuela de Fráncfort, como es el caso de Erich Fromm, y sus propuestas de una racionalidad comunicativa que posibilite la convivencia y la felicidad individual.
Recapitulando, Camus coincide con Nietzsche en constatar que la época que están viviendo es fuertemente nihilista, "no son la rebeldía ni su nobleza las que brillan hoy sobre el mundo, sino el nihilismo"; es por eso que hay que ir más allá, y el francés apuesta decididamente por la acción moral: "Hay que construir entonces el único reino que se opone al de la gracia, el de la justicia, y reunir por último la comunidad humana sobre las ruinas de la comunidad divina", lo que parece muy similar al siguiente párrafo de Nietzsche en La genealogía de la moral: "Para poder levantar un santuario hay que destruir un santuario: ésta es la ley. (...) ese anticristo y antinihilista, ese vencedor de Dios y de la nada alguna vez tiene que llegar...". Una vez desembarazados de la idea Dios, no existe fundamento más sólido que la intersubjetividad humana; otorgar sentido a una vida, llena de tragedia y de felicidad, pasa por la construcción de la justicia para apropiarnos de nuestro destino.
Capi Vidal
http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com.es/

La Última (1937)

La última y nos vamos...

A.C.A.B. - Non Servium

lunes, 11 de febrero de 2013

"Basta un amo en el cielo para que haya mil en la tierra" ...Bakunin




La Anarquía es...

La anarquía es desorden: para quien desconoce su organización.
La anarquía es caos: para quien quiere imponerse al resto de personas.
La anarquía es violencia: para quien ve amenazados sus privilegios.
La anarquía es la harmonía natural: para quien vive sus principios.
La anarquía es responsabilidad: para quien se compromete con las personas y sus proyectos.
La anarquía es libertad: para quien respeta a sus compañeros.

domingo, 10 de febrero de 2013

La ocupación del lenguaje

La derecha no solo disfruta de un poder político y económico indiscutible sino que también busca la hegemonía cultural. Para hacerlo, procura desacreditar el progresismo valiéndose muchas veces de su discurso


EVA VÁZQUEZ

Actualmente la derecha acapara un inmenso poder político y económico. Pero además de imponer en toda su radicalidad el modelo neoliberal, trata de operar un cambio de mentalidades que lo normalice y con ello ejercer la hegemonía cultural mediante el control de las representaciones colectivas. Este proyecto se sustenta en una campaña sistemática de autolegitimación y descrédito de los argumentos progresistas, en coordinación con la derecha mediática mayoritaria, cuyas estrategias discursivas fundamentales son:
La creación y propagación de conceptos.
Propias o prestadas, las nuevas nociones trazan un mapa de la vida pública, sus actores y sus conflictos: competitividad, moderación salarial, dar confianza a los mercados, privilegios (para denominar derechos), copago. Se exponen como verdades incuestionables pero su sentido y alcance nunca se explicitan, pues parecen lograr mayor eficacia práctico-política cuanto menor es su precisión semántica. Por ejemplo, “libertad” asume un significado muy cercano a “seguridad”. El eslogan de la BESCAM en Madrid lo ejemplifica: “Invertir en seguridad garantiza tu libertad”. Como en la “neolengua” de Orwell, las nuevas nociones son a menudo “negroblancos”, inversiones del significado común de los vocablos. El “Plan de Garantía de los Servicios Sociales Básicos” es el programa de recortes del gobierno de Castilla-La Mancha. El “proceso de regularización de activos ocultos” de Montoro es una amnistía fiscal.
Klemperer narra que la población alemana no hizo suyo el lenguaje de los nazis a través de sus tediosas peroratas, sino por medio de expresiones repetidas de modo acrítico en los contextos de la vida cotidiana. Las palabras de los actuales líderes de la derecha no son menos letárgicas. Sus muletillas (“no se puede gastar lo que no se tiene”; la sanidad “gratuita” es insostenible; solo nosotros tenemos “sentido común”) contrarían cualquier prueba de verdad o validez normativa: el capitalismo financiero se basa en el crédito, o sea, en “gastar más de lo que se tiene”; la sanidad pública no es gratuita, sino financiada colectivamente; y es una inversión ideológica y un dislate suponer que cabe sentido común en el hecho de reclamarlo como propio y exclusivo, es decir, como no común. Pero por su simpleza, su fuerte arraigo en la doxa y su apariencia no ideológica, tales expresiones consiguen adhesión.

La usurpación de la terminología del oponente. 
Nadie es dueño del lenguaje, pero las expresiones se adscriben legítimamente a tradiciones, relatos e identidades políticas determinadas. Al usurpar los términos de la izquierda, la derecha neutraliza y a la vez rentabiliza su sentido contestatario. Esperanza Aguirre afirma que las políticas de los sindicatos “son anticuadas, reaccionarias y antisociales”. Palabras como “cambio” o “reformas”, antes vinculadas a proyectos progresistas, disfrazan ahora contrarreformas. Rajoy dijo en la conmemoración oficial de la Constitución de 1812: “Los gaditanos nos enseñaron que en tiempo de crisis no solo hay que hacer reformas, sino que también hay que tener valentía para hacerlas”. Sustentándose en la reputación de espacios y tiempos institucionales, los actuales recortes se invisten del valor simbólico de reformas históricas.

La estigmatización de determinados colectivos. 
Médicos, enseñantes, funcionarios, estudiantes y trabajadores fijos son descalificados. Al disfrutar de supuestos “privilegios”, parecen co-responsables de la situación actual. Desprestigiándolos se puede activar un malestar social basado en el rencor, la envidia y el miedo, y socavar la reputación de lo público para justificar su liquidación. Se alude a los desempleados como beneficiarios de la reforma laboral, pero se les supone holgazanes que deben redimir su inutilidad con labores sociales. Un empresario farmacéutico, Grifols, propone como solución donar sangre: “En épocas de crisis, si pudiéramos tener centros de plasma podríamos pagar 60 euros por semana, que sumados al paro son una forma de vivir”. El parado se convierte así en un desecho cuyo cuerpo puede ser mercantilizado. El siguiente paso podría ser la venta de órganos o de los hijos a los que no se pueda mantener. Los primeros ajustes en la sanidad pública penalizan a un nuevo apestado, el enfermo, lo señalan como causante del déficit, y exigen que (re)pague por su debilidad. Si la estigmatización es el paso previo a la expulsión, como ya ocurre con los sin papeles, otros muchos colectivos podrán ser excluidos.

Un método de argumentación basado en la simpleza y la comprensión inmediata. 
De nuevo, el “sentido común”, ritornello favorito de Rajoy, sustenta este procedimiento. Formas de razonamiento y esquemas mentales al alcance de todos hacen posible que las ideas y soluciones impuestas sean aceptadas como conclusiones propias, expresiones de un pragmatismo irrefutable y del interés colectivo. Se apela así a espacios imaginarios de consenso de los que el oponente no puede autoexcluirse: “No es una cuestión de izquierdas o de derechas, sino de sentido común”, afirma Alicia Sánchez-Camacho.
El eufemismo, la atenuación y la exageración, el defender premisas contradictorias, se han normalizado en el repertorio retórico derechista: Rajoy afirma que hará “cualquier cosa que sea necesaria, aunque no me guste y aunque haya dicho que no la iba a hacer”. La reducción de profesores interinos “no se puede plantear en términos de despidos —alega el ministro Wert—, sino de no renovación de contratos”. Beteta generaliza burdamente: los funcionarios “deben olvidarse de tomar el cafelito, deben olvidarse de leer el periódico”.

La construcción de marcos de sentido. 
La acción del gobierno de Zapatero era tachada de improvisada, mendaz e insensata. Establecido ese marco, cualquier medida gubernamental corroboraba la imputación general y así se lograba una incontrovertibilidad que desconocen las fórmulas dialogantes. En el espacio público se tiene más poder cuando se controla el marco de lo decible y discutible. La derecha es magistral utilizando esta estrategia, pero tras una prolongada degeneración de la vida pública, de la que el PSOE es corresponsable, se ha consolidado una visión consensual indistinta de la lógica del sistema: no hay más que una realidad y ninguna opción para interpretarla.

Una táctica de “orquestación”. 
La reiteración machacona de una consigna (y no de un argumento, como sugiere la equívoca noción de “argumentario”) a varias voces, en momentos y lugares distintos, es habitual: “los interinos han entrado a dedo”, “los sindicatos viven de las subvenciones”, “los profesores trabajan poco”, etcétera. “Lo que digo tres veces es verdad”, afirmaba el Bellman de Lewis Carroll. La derecha saca partido de esa “performatividad” que rige la economía de los enunciados públicos: cuando un comportamiento es reiteradamente reputado de normal, se tiende a normalizarlo; o a estigmatizarlo, si se le ha tildado repetidamente de anómalo.

La fijación de estos mecanismos gracias al poder amplificador de los media. 
Los medios funcionan como laboratorios discursivos que difunden las nuevas expresiones y consignas, y los asesores preparan declaraciones inmediatamente traducibles a un titular. Inversamente proporcional al impacto de estos mensajes resulta la capacidad de contestarlos: los análisis críticos se disuelven en un aluvión de artículos, columnas y editoriales que logran una difusión e influencia mucho menor.

La moralización del discurso público. 
La política contemporánea se desvía hacia un registro moral, explica Rancière. Pero el moralismo de la derecha desconoce las razones del otro: bueno o malo, normal o aberrante, son calificativos atribuidos de modo categórico y sin margen de discusión, apropiándose la universalidad de la noción en disputa, como señala Zizek. Las “personas normales, sensatas…, españoles de bien” a que apela Rajoy son indudablemente de derechas. Cuando encubre su integrismo moral la derecha incurre en la paradoja política: Ruiz Gallardón pretende asumir la defensa de los derechos de las mujeres y la lucha contra la “violencia estructural” que padecen con una contrarreforma de la ley de aborto limitadora de derechos y que refuerza la violencia legal.
Muchos ciudadanos nos sentimos justamente indignados por lo “descarado” de estos procedimientos. Y quizá sea en esa desfachatez, pérdida del rostro, donde podría cifrarse tanto su fragilidad como la inquietante capacidad de contagio de sus postulados.
Gonzalo Abril (UCM), Mª José Sánchez Leyva (URJC) y Rafael R. Tranche (UCM).

Enchufes, sobresueldos e identidad nacional española.

Por Acratosaurio Rex

Estos días están pasando cosas. Lo sé porque lo comenta la terapeuta ocupacional, que nos deja en la mesa del salón de la Comunidad Terapéutica con la plastilina rosa haciendo figuritas, pasando, y no para de fumar y hablar sola murmurando que si todos son iguales, que si le suben las horas, que si le bajan el sueldo, que si no le renuevan, que si se retrasa el pago… Le vas a enseñar la imagen de la Virgen que acabas de hacer, y te manda a la mierda. Y vuelta a que todos son iguales y tal y cual. Así que hay que analizar de manera objetiva lo que sucede.
Resulta que empresarios ricos, herederos virtuales de los fascistas ellos que ganaron la Guerra Civil imponiendo sus reglas de juego, dan sobresueldos a políticos de raza y renombre, que luego otorgan a los emprendedores esos un contrato para levantar un polideportivo previa Reforma Laboral para crear empleo abaratando el despido…, y ya está cerrado el círculo que une los sucesivos “escándalos” de mataelefantes, jueces malversadores, falsos EREs, sobres y maletines, cúpula de la CEOE, ruido de sables, intermediarios sindicales, foto de concertación, club y visa de oro, yernos y cuñados, partidos más allá de toda sospecha, banqueros y antidisturbios, esculturas delirantes, curas pederastas, niños raptados por monjas...
Bueno, todo correcto. Así es como funcionan y han funcionado los partidos políticos y los empresarios españoles desde toda la vida de Dios. Estas prácticas son, en suma, las que  por afectar a toda la población por igual, darse en un territorio concreto, estar históricamente demostradas y culturalmente admitidas, proporcionan un destino común inexorable al pueblo, le confieren identidad, carácter y unidad nacional. España existe no por su clima, ni por su idioma, ni por sus brumas matutinas, ni por el sol achicharrante, ni por ese baile con zambombas... España existe y el pueblo español posee cultura colectiva desde el País Vasco a las Canarias, y desde Galicia a Mallorca,  gracias al enchufismo, al clientelismo y al saqueo. Y esta situación,  ampliamente extendida, afecta a todo el mundo, unos porque la padecen, y otros porque  perciben que algún día les tocará a ellos pasearse por un despacho ante un enchaquetado con el “padre, ¿qué hay de lo mío?”. El día que deje de haber enchufes, España morirá.
Entonces, ¿todos los partidos son iguales? Vamos a ver, si somos democráticos y la gente así lo piensa, el Acratosaurio no es quién para desdecir al pueblo. Hay sutiles diferencias, claro. El problema es que si te tienes que arrastrar hasta una mesa donde un tipo asambleario con la bandera de la República y la camiseta del Ché te firma el cheque de un subsidio, de una prejubilación, de un cursillo o de un contrato de limpiadora, estarás estructuralmente jodido, sometido a la identidad española.
La madre de la estupidez, está siempre embarazada. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, y lo que es de nadie es de uno.

Es falso todo, salvo algunas cosas.

 Por Acratosaurio Rex


¿Cómo pueden tener tan poquísima vergüenza? ¿Cómo pueden tener tantísima cara, y tan dura? Bueno, la pregunta es absurda. Desde que Julio César asesinó a Calígula a puñaladas,  sabemos que ellos, para conseguir sus objetivos de Poder, Dinero y Sexo, son capaces de comerse crudo a un hijo. Así que salir en la tele diciendo «es falso todo, salvo algunas cosas», es hasta una generosa forma de reconocer hay verdad en el tema, y que son invulnerables, como Jesucristo. De lo que se trata es de ganar tiempo, a la espera de que ocurra algo que cambie los titulares de la prensa, mientras ellos hacen sus ajustes de cuentas. O sea: aprended en positivo de los grandes maestros: si la pistola echa humo en tu mano y tienes el muerto a tus pies y entran los vecinos en la cerrada habitación, di «¡Ehhhh! ¡yo no he sido!». Si hay que subir a la horca, que sea con el «no» en la boca.
Bueno, tanto periódicos de derecha como de izquierda están denunciando a los corruptos. Los fiscales interrogan a los políticos y les imputan. Oooooh. El Acratosaurio dice: muy sospechoso. Tanta unidad periodística es mosqueante, y de ella solo queda deducir lo siguiente de acuerdo con los datos de que dispongo a través de mis espías: ni puta idea de lo que pretenden, si limpiar el partido, si quita tú que me pongo yo, si listas abiertas o cerradas qué más da, al final que resulta que mandan ellos. Así pues, hipocresía, porque periodistas, políticos, empresarios, sindicatos, jueces, fiscales, policías, militares, curas, banqueros, Hacienda, ONGs y Doctor Africano cura- la-Impotencia… Todos, absolutamente todos tienen doble contabilidad, efectúan pagos en negro y cobran con subterfugios cantidades de la hostia. Y los primeros empresarios que tienen contabilidad B, son los de las empresas públicas del Estado. Joder, pero si es que el propio Estado tiene doble contabilidad, si hay procesos abiertos con, qué sé yo, los EREs andaluces, y las cuentas no las entiende ni el tesorero de Al Capone, y a la jueza Ayala por leerse el papeleo dicen en la Inspección que le entró una neuralgia que la tiene ya seis meses de baja… ¿Qué clase de tontería es esta?
Vale ¿Resulta molesta la hipocresía de los medios de comunicación y tertulianos que cargan contra la corrupción al Acratosaurio? Para nada. La hipocresía es como el aroma de un basurero. Si vives en él no queda más que joderse con espíritu estoico y fatídico. El dolor jode, pero curte. Por lo tanto: si quieres eliminar el mal olor de la corrupción, no te eches colonia. Lo que tienes que hacer es eliminar la mierda. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

La pulisia necional

“Racismo “antirracismo” e inmigración: Hacia una reformulación integral

Militares cantando su verdad

Unos serán de una región del mundo , otros de algún otro lugar, lo importante es que tanto unos como otros se demuestran como los imbéciles trogloditas, cobardes montoneros e ignorantes obedientes que son, vaya, unos militares cualquiera. 
Dirán ahora que solo es un juego, una cancioncilla, un sonsonete idiota, pero la realidad es que para ser militar, además de no tener conciencia ni pensamiento propio, tienes que ser un buen perro guardian, listo para atacar y morder a cualquier persona, ya sea chilenito, argentino,peruano, boliviano...o mexicano. 
Lo dicho, policía o militar te pagan por abusar y...asesinar.

Koan